Las personas que componemos la APDHA en Cádiz observamos con alarma la ausencia de sensibilidad social que las autoridades están mostrando en la celebración de los fastos del Bicentenario de la Constitución de 1812.
Desde el principio esta conmemoración nos ofrecía serias dudas sobre la deriva ideológica que se expresaría en la puesta en escena de una constitución que, incluso para su tiempo, ya contenía luces y sombras.
Entendemos que hace doscientos años hubo en este país un intento, si bien moderado, de dar pasos para reformar las estructuras sociales y políticas del antiguo régimen y también como parte de la necesidad de los pueblos de sacudirse los yugos absolutistas y coloniales tal como se estaba manifestando en los procesos de América Latina.
Pero la Constitución que se pretende celebrar manifestaba grandes carencias en cuanto a la consideración de las clases trabajadoras y las mujeres como sujetos activos de derechos sociales, civiles y políticos.
Había la posibilidad de poner el acento en el compromiso de los gobernantes con los elementos de progreso sobre los que hay que avanzar: la salud, la educación, la igualdad, la equidad, el respeto hacia el trabajo de las personas y el derecho a ganarse la vida con dignidad.
Pero esto es algo que ya sabemos que no podemos esperar del actual gobierno, que se siente más identificado con el olvido por las clases trabajadoras y los más desprotegidos, que añora la función doctrinal y el protagonismo político de la jerarquía religiosa, que ha convertido la política en un arma contra los avances sociales y desvirtúa la democracia convirtiéndola en un lacayo de los poderes financieros.
Había dos posibilidades, y eligieron las sombras de la historia.
Había también la posibilidad de celebrar y animar los procesos de los pueblos de América Latina en el camino de su libertad, de la capacidad de tomar decisiones sobre sus recursos y su futuro, pero el gobierno de España prefiere comportarse como una vieja metrópoli que no tiene ni voluntad, ni respeto, ni autoridad moral.
Podríamos avanzar el reconocimiento de la soberanía de los pueblos frente a las imposiciones políticas y económicas pero resulta que el escenario de los fastos ha entregado la soberanía del pueblo y los recursos de la nación al imperio de las finanzas.
Cada decisión política del gobierno, cada decreto, cada actitud, nos ofrece la sensación de que el Partido Popular siente una enorme nostalgia por retroceder doscientos años y poder volver a llamar serviles a las gentes del trabajo. O quizá preferiría celebrar la abominable restauración monárquica de los cien mil hijos1 de San Luis.
Quienes nos gobiernan, a unos u a otros niveles, están mostrando con todos los modos y actitudes de los mandatos Absolutistas, que no tienen derecho ni capacidad para celebrar ni siquiera una Constitución Liberal. Pero lo harán, de forma extemporánea y extravagante, sin pudor político y sin conciencia social, sin consideración hacia las necesidades y penurias de la gente.
El gobierno de España va a celebrar la Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno cuando el país se está desangrando en una aguda crisis económica, un espectáculo que se va a producir en una provincia que sufre en las carnes de sus habitantes el 36% de desempleo y a los pocos días de una Huelga General.
En estas condiciones las luces, los oropeles y los fastos son una obscenidad que no llega ni al “pan y circo” de Roma sino a un lamentable espectáculo de circo sin pan, en una nueva humillación para un pueblo que cada día se plantea como hacer frente a las necesidades de la vida, fuegos de artificio cuando la gente no puede pagar la luz, monumentos vacíos mientras las familias pierden sus viviendas.
Nuestra Asociación no puede permanecer impasible y silenciosa ante el derroche de dinero y desvergüenza de la que están haciendo gala los responsables políticos. Tenemos que recordarles severamente que están gastando por encima de nuestras posibilidades, celebrando por encima de nuestros dramas cotidianos y conmemorando por encima derechos pisoteados.
La APDHA exige de las autoridades políticas que practiquen la austeridad que nos imponen, que se nos restituyan los derechos que se nos están arrebatando a golpe de decreto y que conmemoren la Constitución de 1812, devolviendo la soberanía democrática de la que están despojando a nuestra propia Constitución.
Nuestro pueblo no está para celebraciones falsas.
Cádiz, 9 de noviembre 2012