Nos han convertido en un gueto, y nos pudrimos, porque dejan que nos pudramos, porque interesa que haya sitios donde meter lo que molesta
Vanesa González Valera, área de Marginación de APDHA
- Publicado en eldiario.es
He dejado de contar los numerosos artículos sensacionalistas, de crónica fácil, que salen en los medios de comunicación y que desprestigian constantemente al barrio en el que vivo junto a la mayoría de mi familia. Seguro que alguna vez habréis escuchado hablar de Los Pajaritos o Tres Barrios, en Sevilla, y lo primero que se os viene a la mente es droga, violencia, pobreza y paro.
Pero los vecinos y las vecinas del barrio empezamos a sentir cansancio de que nos señalen, de que nos tachen de ser un barrio sin futuro y que las acciones de unas pocas personas estigmaticen al resto. Sabemos de sobra que mucho de lo que se dice es verdad, pero nos resulta tan repetitivo que al final nos creemos que vivimos así porque nos lo merecemos y que somos responsables de la “miseria” que nos rodea, e incluso ya no nos resulta extraño y lo vemos hasta normal.
Pero mi barrio no es normal. De eso te das cuenta cuando sales de él y ves que, lo que pasa allí, en otros sitios no se repite.
La frase “Los Pajaritos no se va a arreglar nunca” se escucha entre la juventud porque es el mismo discurso “desesperanzador” que nos llega por todos los frentes y a todas horas. Que alguien me explique a mí qué oportunidades tiene la gente joven que parte de una situación de desigualdad enorme, con familias desestructuradas, marcadas por el paro, la droga y/o la pobreza. ¿Qué futuro? ¿Cuál futuro? Nos han convertido en un gueto, y nos pudrimos, porque dejan que nos pudramos, porque interesa que haya sitios donde meter lo que molesta y quienes seguimos aquí es porque no tenemos la forma de salir.
Y me pregunto, ¿qué hace la Administración? ¿Cuál es el resultado de un Plan Integral aprobado desde 2009? ¿Dónde está el Plan Educativo que llevan reclamando las asociaciones de vecinos y vecinas? La realidad es que aquí no importa el color de la formación o quien gobierne, somos una foto bonita y un programa electoral vacío.
Parece que a Sevilla solo le preocupa ser la primera para los ojos del turismo, para la imagen que se da en el exterior. No estaría de más que se dieran una vuelta a las diez de la noche por algunas de nuestras calles, que esas también son Sevilla.
A ver si se enteran, de una vez, las personas que tienen el deber y la responsabilidad política para cambiar las cosas, que a la gente del barrio no nos gusta tener que “mendigar“ en la Unidad de Trabajo Social (UTS) municipal los escasos servicios sociales que ofrecen, hacer cola desde las cinco de la mañana para que te atiendan y tener que contar nuestras vergüenzas por una migaja de ayuda, si es que ese día hay suerte.
Porque el trabajo no crece en los árboles, y quienes vivimos aquí lo buscamos, pese a esta crisis que no nos abandona, con unos índices de paro inadmisibles.
En el barrio hay mucha más gente que la que resuena en los medios, gente digna y con educación de la que nunca se habla: la gente obrera, la que se levanta a las seis de la mañana para ir a trabajar a fábricas u otras empresas, o la que se va a “quitar mierdas” a casas ajenas o a fregar escaleras por una miseria, personas que con mucho esfuerzo y sacrificio sacaron sus estudios para ser las primeras de su casa en un barrio donde no existen las bibliotecas, estudiando en pisos que son como cajas de cerillas, hacinados de gente.
Los Pajaritos también es la solidaridad entre los vecinos y vecinas que se conocen y se ayudan en lo que pueden, que se agrupan en asociaciones y plataformas para defender el barrio y sus derechos, reclamando los servicios y mejoras que nos merecemos, sin perder la esperanza pese al desprecio con el que nos trata la Administración.
De esa gente nace mi orgullo de barrio, de “los buscavidas”, de los que nadie habla.
Los datos del informe europeo Urban Audit del año 2017 arrojan que Los Pajaritos es el barrio más pobre de España, con una renta media familiar anual de 12.307 €.