El 19 de mayo, enmarcada en la semana europea de acción por el 76º aniversario de la Nakba Palestina, una concentración en la plaza San Antonio en Cádiz.
MANIFIESTO 19/05/24
Durante más de 76 años, el régimen israelí ha mantenido su sistema de dominación y opresión mediante una estrategia basada en tres pilares: desplazamientos y traslados forzosos, colonización y apartheid. Nakba significa desastre en árabe. Es el término utilizado por el pueblo palestino para señalar la desposesión colonial, la ocupación ilegal, el apartheid y el genocidio al que vive sometido desde hace décadas.
76 años de Nakba continuada que hoy se recrudece aún más si cabe con un genocidio televisado en la Franja de Gaza. Tras más de siete meses de guerra, la población palestina continúa siendo asesinada, matada de hambre, torturada, asediada y desplazada por la fuerza una y otra vez. Israel está tomando medidas para destruir lentamente a la población palestina de ese lugar, mediante el hambre como arma de guerra, destruyendo la infraestructura sanitaria y todo tipo de servicios. Con los ojos puestos en el genocidio de la Franja de Gaza, Israel ha intensificado la represión en Cisjordania, Jerusalén y en toda la Palestina de 1948. Israel silencia las voces palestinas y continúa con su política de confiscación de tierras, reforzadas por los ataques de los colonos y endureciendo, aún más si cabe, las restricciones de acceso.
Esta represión y persecución continuadas se ha saldado con el asesinato de cientos de personas y el desplazamiento forzoso de miles de ellas. El número de detenciones arbitrarias también se ha disparado, con informes de tortura y maltratos generalizados, negligencia médica, abusos sistemáticos, palizas y ataques contra personas presas. Además, se sigue negando un entierro digno a los cuerpos de las personas presas políticas fallecidas durante su reclusión. La comunidad internacional sigue proporcionando apoyo e impunidad al régimen de apartheid colonial israelí, al tiempo que ignora sus responsabilidades legales y morales. A pesar de las palabras de preocupación o condena, los Gobiernos del Estado español y la Unión Europea siguen sin revocar ni suspender las licencias de transferencia de armas a Israel.
Nuestro gobierno sigue comprando y vendiendo armas, así como permitiendo que nuestro territorio sea utilizado como espacio de tránsito para armas que provienen de, entre otros sitios, Estados Unidos. No olvidamos que esos mismos Estados Unidos y su organización de la OTAN cuentan con bases, tropas y armamento dentro de nuestra provincia, como es el caso de la Base de Rota.
Esta y otras bases son el puntal en el que se apoya la política de ingerencia que tanto sufrimiento acarrea a los pueblos. No podemos permitir que nuestro estado siga siendo cómplice del imperialismo estadounidense que ampara guerras y golpes de estado por todo el mundo y, como en este caso, los crímenes contra el pueblo palestino. Gritamos bien alto hoy: OTAN No, Bases Fuera. A pesar de más de 76 años de desplazamiento, opresión, limpieza étnica y genocidio, el pueblo palestino se mantiene firme en su resistencia.
Las muestras de solidaridad por todo el mundo son abrumadoras: manifestaciones en las calles de nuestras ciudades; acciones directas; apoyos del mundo del arte y la cultura, y en los estudiantes que siguen acampados en sus universidades. Estos últimos, las y los estudiantes, vuelven a protagonizar el impulso a los valores de justicia y rebeldía que inundan los campus universitarios y señalan que una generación entera no acepta la injusticia, la indignidad y el genocidio. Hacemos un llamamiento a apoyar su lucha y sus campamentos de resistencia y dignidad. Ahora más que nunca reafirmamos que la única solución a la Nakba en curso es un marco integral de decolonización basado en los derechos inalienables del pueblo palestino a la autodeterminación y al retorno. Por eso hoy, exigimos a todos los gobiernos:
Un alto el fuego inmediato y permanente
Que se ponga fin a la compraventa de armas y de tecnología militar y de seguridad con Israel. Un genocidio tiene que rendir cuentas y no beneficios económicos.
Que se apoye la demanda presentada por Sudáfrica en el Tribunal Internacional de Justicia contra Israel por genocidio.
Que se rompa relaciones diplomáticas, institucionales, económicas, deportivas y culturales con Israel. Israel intenta dar una imagen de un estado democrático, pero la democracia no existe bajo el apartheid. La democracia es incompatible con las flagrantes vulneraciones del derecho internacional que Israel lleva cometiendo durante décadas.
Que se ponga fin a la persecución y criminalización de la solidaridad con Palestina y derogue la Ley mordaza.
Los criminales son los representantes del gobierno de Israel y quiénes les apoyan con sus silencios cómplices, no quienes salen a la calle a defender la vida. A la ciudadanía que quiera apoyar la lucha del pueblo palestino por la libertad, la justicia y la igualdad, le pedimos que responda a la llamada palestina al movimiento de Boicot, Desinversión y Sanciones por los derechos del pueblo palestino.
El BDS es un movimiento antirracista, anticolonial y feminista que defiende la simple idea de que las personas palestinas tienen derecho a tener derechos. Llamamos al boicot a todas a aquellas empresas e instituciones que apuntalan el apartheid: boicot a HP, boicot a PUMA, boicot a Carrefour por su complicidad en crímenes de guerra en Palestina.
Como sociedad civil, decimos no en nuestro nombre, no con nuestro silencio, boicot, desinversión y sanciones a Israel por los derechos del pueblo palestino. Viva Palestina libre
Más de 400 personas, organizadas por Cádiz con Palestina, formaron la bandera en la plaza donde, además del manifiesto, Juan José Tellez leyó este texto:
Palabras para una bandera
Tierra sagrada, dicen. Tierra sangrada, nos contempla.
Allí, shalom, salam, en el próximo oriente de paz tan lejana, todos los muertos inocentes son mis muertos. Y todos los escombros son los de la civilización.
A lo lejos, veo los barcos del éxodo con una muchedumbre cargada con las maletas del horror. Mis gafas de cerca me llevan a ver como cambia de gente un horror parecido.
No se si asistimos a una guerra de fe o a una guerra del agua: las granjas, las ideas y las patrias, abonadas con seres vivos. Pero sólo se que los ojos despavoridos que vimos en Austwich, no guardan mucha diferencia como los que hemos entrevisto en Rafah.
Yo soy del partido de la gente corriente que sufre el terror de quienes mueven el mundo como una noria de olvido y de metralla, como un viejo molino de mar muerto,
En mi adn llevo memoria asquenazi y rastros de morisco; no quiero saber quien disparó primero pero sueño cada día con un disparo que sea el último disparo. No me importa quien tiene razón aunque quisiera saber, a estas alturas de la historia y de esa carnicería de los últimos meses, quien tiene acaso un ápice de corazón.
Sólo se que había un niño que corría detrás de un balón perdido. Ahora, una pelota rueda a solas entre las ruinas de ciudades sin niños. Donde dos se besaban, hoy alguien llora. Ni siquiera quedan escuelas donde aprender la tabla de multiplicar la rabia. Ni dispensarios donde alguien recete una vacuna contra el genocidio.
Los cuerpos sin vida de un concierto se multiplican entre familias desgajadas por las bombas, entre las almas muertas de los cooperantes, bajo los hospitales derruidos, en esa nada profunda en donde sólo habita el miedo y el rencor, la venganza y el largo escalofrío del odio.
Nunca la mejor defensa consiste en un ataque peor, que lo sepa Netanyahu, que tan sólo sabe aprovechar las coartadas para perpetrar asesinatos. Nunca son legítimas las matanzas. Nunca es lícito, tampoco, quedarnos cruzados de brazos y de voz.
A estas alturas del mundo, no se si soy antisemita o no lo soy, ese legendario origen de los pueblos que es lo único que parece hermanar a judíos y a árabes. Lo peor es que ya no me importa demasiado y siento por ello que traiciono a los dos primeros de mi padre que murieron en Gusen, el campo auxiliar de Mauthassen.
Sin embargo, tengo claro que soy anti madres machacadas, anti ancianos sin respuestas, anti muchachos sin preguntas, anti quienes sufren la muerte que decide la vida de los otros, contra el poder de quien lo ejerza con la soberanía de los déspotas, contra la culpa de quien lo permite, por acción o por omisión.
Todas las mujeres violadas a un lado y a otro de los checkpoints, quienes habitan zulos o prisiones; los periodistas amordazados para amordazar a las audiencias; el huero discurso de la alta política, el crimen constante de los bajos instintos, esa extensa sensación de impotencia es la que me hace declinar el verbo rebelarse.
Una plaza de Cádiz, esa tierra cómplice que acogió a los primeros judíos que volvieron a Sefarad a cuenta gotas entre las luces y tinieblas del siglo XVIII, esa costa que abraza, desde el siglo XX, como una mortaja de arena a los musulmanes ahogados en las playas de la globalización, ha tejido una bandera hecha de retales de sueños: con las bolsas de basura de los intereses de Estado, con el trapo sucio de una Europa que olvida la libertad, la igualdad y la fraternidad, con la bayeta de las grandes potencias invadiendo las enormes debilidades de la humanidad, escuchad los gritos de mi gente entre sus pespuntes, las lágrimas agazapadas bajo sus colores. Esa enorme bandera, no os engañéis, lleva zurcido el dolor de quienes tienen derecho a sentirlo, quienes fueron arrollados por los drones de los imperios, quienes aprendieron que la esperanza es lo último que se entrega al enemigo y al enemigo sólo se le vence cuando deja de serlo.
Cada día creo menos en las banderas de siempre, pero creo mucho en esas otras banderas que siguen llevando a los míos detrás. ¿Y quienes son los mios?, reflexiono. Quienes dicen no quiero, alto y claro. Quienes claman: ya basta de tanta barbarie. Quienes intuyen que la historia es larga aunque la vida sea corta pero saben, pero sabemos, que algún día, también será posible que al levantar la vista en Palestina, veremos una tierra que ponga libertad.
Juan José Téllez