La OTAN, EE.UU., Rusia, China… todos azuzando las guerras hasta que estalle la última de todas ellas. Cristóbal Orellana, de la Red Antimilitarista y No Violenta de Andalucía, reflexiona sobre el papel de la OTAN y las guerras, con motivo de las maniobras Trident Junture.
Ciertamente, no todos los países tienen la misma responsabilidad en este apocalíptico estado global de cosas. Unos cuantos (Pakistán, India, Israel, etc.) poseen arsenales nucleares que podrían causar la destrucción de toda la biosfera. Algunos de ellos practican la amenaza permanente contra todos -caso de la increíble maquinaria militar de EE.UU. a lo largo y ancho de todo el globo-. Otros, como Rusia o China, apuestan por políticas de rearme moderadamente progresivo, alianzas e intervenciones militares y diplomáticas que forman parte de un mismo juego de amenazas, forzadas oportunidades, pactos de explotación de mercados, estrategias de apropiación de recursos diversos y fuentes de energía… El mundo está gobernado por fuerzas económicas –entre las que el TTIP, por ejemplo, quiere comportarse en la UE como un eficaz constructo– que usan una conocida mano de hierro para abrirse paso en la jungla del tablero mundial: las armas, las guerras, las amenazas militares. La OTAN, al igual que otras alianzas militares en el mundo de hoy, es un machete occidental en manos de los países que quieren seguir abriéndose paso para explotar las riquezas de este selvático sistema internacional en el que, por el momento, sobrevive la especie humana. Antes con el señuelo del peligro comunista y ahora con el del yihadismo hasta en la sopa, la OTAN sigue buscando apuntalar, manu militari, la primacía económica de unos cuantos países y de unas cuantas multinacionales.
Las maniobras de la OTAN llamadas Trident Juncture 2015 que ahora se celebran en todo el territorio del estado español -más Portugal e Italia- no son más que un macroejercicio práctico militar, con algunas características ciertamente novedosas, en el contexto mundial que hemos descrito sucintamente. Es decir, no se trata sólo de estar preparados ‘técnicamente’ para actuar en caso necesario -por los motivos que sean- en todo el norte del continente africano o en todo el eje que iría desde Ucrania hasta Arabia Saudí, sino, sobre todo, de impactar en la opinión pública a favor de un estado de cosas donde el bloque democrático occidental se ve obligado a actuar militarmente en todo el planeta para asegurar que su red de explotación de recursos, mercados, fuentes de energía, estados vasallos, etc., sigue siendo políticamente viable y económicamente rentable.
Las maniobras Trident Juncture, donde el territorio del estado español -debido sobre todo a su posición respecto al Estrecho de Gibraltar- juega un cierto papel, vienen a ser la puesta en escena de una nueva mentalidad político-militar consistente en una vuelta de tuerca más en el proceso de depredación internacional de los más débiles y en la advertencia permanente a los otros grandes actores del mundo multipolar en el que nos toca vivir. La OTAN, que es un vestigio de la Guerra Fría hoy disfrazada de rambo antiyihadista, quiere servir aún para aglutinar militarmente las fuerzas occidentales y para lanzar a satélites secundarios de retaguardia como España, Italia o Portugal, hacia un belicismo mundial sin retorno.
Puede que el terrible mundo que Samuel Huntington -ese intelectual del pensamiento único– se inventó parece que, a nuestro pesar, va tomando cuerpo a lo largo y ancho de la geografía terráquea. Y puede ser que Francis Fukuyama, el autor de El fin de la historia y el último hombre, se quedara corto… y que, más allá o más acá de las ideologías y las culturas, más allá o más acá del mundo feliz del capitalismo y la democracia occidental, una pulsión belicista profunda, en un contexto de crisis medioambiental global y de crecimiento demográfico explosivo, esté sentando las bases de una conflagración mundial donde las armas nucleares entrarían definitivamente en escena.
Hay que comprender estas concretas maniobras Trident Juncture 2015 no en un escenario con eje mediterráneo y reducible a una oposición simplista de EE.UU., los malos, contra Rusia y contra el islamismo en África. Más bien, estas maniobras forman parte de una ya no tan incipiente dinámica internacional donde, en una belicista multidireccionalidad de conflictos armados -permanentes y de mayor o menor intensidad-, podría abrirse paso un día, quién sabe, la última de todas las guerras.
Creo que mi visión no es pesimista ni, tampoco, irreflexivamente deslumbrada ante tesis, ciertamente sospechosas de complicidad con el militarismo occidental, como las de Fukuyama y Huntignton, sino que se limita a constatar un contexto mundial de crisis multinivel donde la guerra, la posesión de armas de destrucción masiva, la OTAN, estas supermaniobras Trident Juncture, el escudo antimisiles de EE.UU. en Rota, la construcción de nuevas y sofisticadas armas por parte de Rusia y China, etc., se comportan como fríos instrumentos de una enloquecida concepción de la política y de la vida compartida por todos los gobiernos de las potencias internacionales.
Ser hoy pacifista es adquirir conciencia de estos problemas, indignarse por ellos y actuar políticamente para que, en nuestro caso, el gobierno y la sociedad española no sigan por la senda del biocidio, es decir, la de los gastos militares multimillonarios y las relaciones internacionales fundadas en la fuerza de las armas de destrucción masiva que la OTAN promueve.