Estamos a punto de cerrar un año terrible en el que un virus desconocido ha desvelado con toda su crudeza que la desigualdad multiplica el sufrimiento y la indefensión de los más pobres, las olvidadas, los marginados, las golpeadas.
El impacto que la pandemia por la Covid-19 ha tenido sobre los derechos humanos ha sido devastador, acrecentando las situaciones de exclusión y marginación que ya se vivían por una parte importante de la población y reduciendo tanto los llamados derechos sociales, como las denominadas libertades públicas.
La Covid-19 ha profundizado las enormes desigualdades sociales que ya existían, generando un empobrecimiento más progresivo de los barrios excluidos y la elevación de los índices de pobreza.
No somos iguales en necesidades y recursos
Los servicios públicos se han demostrado imprescindibles durante los momentos más duros de la pandemia. La demanda de miles de familias vulnerables desbordó unos Servicios Sociales ya debilitados por la escasa dotación.
Las medidas paliativas tomadas hasta el momento por el Gobierno, a pesar de ser positivas -como la extensión de los ERTE o el Ingreso Mínimo Vital, lento y excesivamente burocratizado- están siendo muy insuficientes.
No es lo mismo tener casa que no tenerla
Especial mención merece la situación tan dramática a que se han visto abocadas las personas sin hogar, sin acceso a las preconizadas medidas de higiene como elemento esencial para hacer frente a la Covid-19 y las dificultades sufridas para ser atendidos en los recursos habitacionales.
Por ello, planteamos la congelación de los desahucios, un parque público de vivienda social en alquiler y la Renta Básica como medidas imperiosas.
No es lo mismo tener una sanidad pública fuerte que debilitada por las privatizaciones
El progresivo desmantelamiento de la sanidad pública desde hace años, las decisiones tomadas desde el inicio de la Covid19 le han asestado un golpe mortal, que se traduce en una grave dificultad en el acceso a los servicios de salud, tales como la imposibilidad de conseguir una cita médica, las listas de espera inadmisibles para operaciones y especialistas o el colapso de la atención primaria, que no cuenta con el personal suficiente.
Para paliar esta situación, proponemos contrataciones acordes a las necesidades, revisión de los protocolos de consulta telefónica, apertura de centros de salud mañana y tarde y reforzamiento de un sistema sanitario totalmente público.
Los recursos para acceso a la educación no son iguales para todos.
La Covid-19 ha puesto al descubierto la situación límite del sistema educativo. La escuela online ha dejado fuera del sistema al alumnado más vulnerable.
Por ello, y con el objetivo de garantizar la equidad, consideramos como imprescindible dotar a la escuela pública de recursos económicos y humanos necesarios, medidas compensadoras, que permitan a todas las personas las mismas oportunidades, y una inversión decidida por la escuela pública, abandonando las políticas de privatización.
La terrible indefensión de nuestros mayores aislados
Estremece hasta el horror comprobar que 28.000 de nuestros ancianos ha fallecidos por coronavirus en las residencias de mayores. Estremece la frialdad de quienes han hecho de la necesidad de nuestros mayores el gran negocio de la crueldad.
La desolación de las personas migrantes
Respecto a las migraciones, las políticas emprendidas a raíz de la crisis sanitaria han hecho que se agrave la falta de garantías de los derechos de las personas recién llegadas, que han visto cómo las cuarentenas o aislamientos han supuesto una mayor restricción de sus derechos.
Hemos asistido a la exclusión de las personas que se encuentran en situación irregular de los mecanismos de protección y acción social, al recorte de plazas de los centros de protección de menores, al abandono de más de 7.200 temporeras atrapadas en Huelva sin ningún tipo de alternativa, y a una política del quédate en casa impasible ante las miles de personas que habitan los asentamientos agrícolas en condiciones infrahumanas y a los que se les ha ofrecido no una solución, sino impedimentos para empadronarse o la criminalización como respuesta.
La doble soledad de las prisiones
En cuanto a los derechos humanos dentro de las cárceles, durante la primera ola se interrumpieron todas las comunicaciones presenciales dentro de prisión, sin que se llegasen a habilitar medios alternativos suficientes para compensar esas restricciones.
Asimismo, se están imponiendo multas por realizar desplazamientos a prisión para comunicarse con las personas allí internadas y aunque la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias y la de Seguridad los consideran autorizados, la Junta de Andalucía no los estima como excepción.
Las confinadas con su verdugo
Las medidas de limitación de la movilidad y, especialmente, el confinamiento ha reforzado la situación de aislamiento en la que se encuentran miles de mujeres que conviven con su agresor, haciendo más difícil el acceso a los recursos de protección.
Las últimas entre las últimas
También la Covid-19 ha afectado en mayor medida a los colectivos de mujeres más desprotegidos, entre los que se encuentran las trabajadoras sexuales, las mujeres migrantes, temporeras, contratadas en origen o en situación irregular, las trans y travestis, las mujeres presas, las internas, las empleadas de hotel o las trabajadoras de hogar y porteadoras transfronterizas.
También hemos de atender a la salud de los Derechos y libertades
Así, la deriva policial que se ha utilizado para el control de la movilidad durante la pandemia, especialmente visible durante el confinamiento en casa decretado con la primera ola, ha girado en torno a la interposición de sanciones, en muchas ocasiones arbitrarias y desiguales, sin observar los criterios de necesidad y proporcionalidad, llegando en algunos casos a la violencia como así fue denunciado ante nuestra asociación.
Consideramos que la actuación policial no debe enfocarse principalmente desde medidas coercitivas sin tener en cuenta otras alternativas a la mera imposición de sanciones.
Es difícil combatir una pandemia y sus consecuencias con un sistema enfermo
Lamentablemente, hemos podido constatar lo que ya sabíamos, y es que, en esta como en todas las grandes crisis, siempre pierden los más débiles, los más humildes, los que tienen menos posibilidades de resistir.
Este mismo sistema basado en esos valores depredadores, no sólo no parece capaz de enfrentarse, sino que por el contrario profundiza la grave emergencia climática y crisis medioambiental que padece el planeta, cuya urgencia ya casi nadie niega y que a veces se manifiesta de forma más o menos directa en pandemias como la que ahora sufrimos
Tenemos que seguir empujando para conseguir cambiar este sistema injusto y depredador, para que todas las personas vean respetados sus derechos y dispongan de lo mínimo indispensable para vivir con dignidad.
DERECHOS HUMANOS ¡MÁS QUE NUNCA ¡
NECESARIOS Y URGENTES