Mamen Briz (Colectivo Hetaira)
El pasado día 29 de marzo, Daniel Bernabé escribía en La Marea el artículo “La trampa de la diversidad. Una crítica del activismo” (http://www.lamarea.com/…/la-trampa-la-diversidad-una-criti…/). Escribimos este pequeño texto de respuesta y lo enviamos hace unas semanas, como no ha sido publicado, compartimos por nuestras redes.
Hay una trasnochada forma de pensar desde la izquierda que insiste en la “unidad de acción” en los grandes y todopoderosos temas que son los importantes y sobre los que hay que debatir y ponerse de acuerdo desestimando el activismo que no se ajusta a sus cánones, el activismo que remueve y pone en jaque las grandes ideas “válidas” como dogmas de fe para esa vieja izquierda.
Durante años esta ha sido una gran pelea y hemos visto a muchos partidos políticos y organizaciones sindicales ponerse las pilas para entrar en temas hasta entonces “intocables”. A día de hoy nadie cuestiona la necesidad de un programa de acción de políticas LGTBQI en cualquier organización política, sindical o social. Pero no hace mucho los maricones y las bolleras eran expulsados de estas mismas organizaciones. La gente trans ni siquiera se planteaba una posible pertenencia, claro está. Eran distracciones “pequeño burguesas” para la construcción de una izquierda “verdadera”.
Sucedió algo parecido con el movimiento de mujeres y la defensa de sus derechos. Se trataba de una “pedrada” en la que insistían algunas militantes, sindicalistas o feministas que daban la vara para que en sus organizaciones se tuviera el feminismo en cuenta. Costó lo suyo también. Se les aconsejaba esperar a derrotar el “capitalismo”, que era lo importante, y se aseguraba con contundencia que después ya vendría (ella sola) la liberación de las mujeres y la consecución de derechos.
Estamos en el siglo XXI y ahora ninguna organización (política, sindical, social) o persona a título individual se atrevería a afirmar que la lucha por la defensa de los derechos LGTBQI o de las mujeres ha de esperar. Hemos avanzado. Sin embargo, hay otros temas que siguen siendo inasumibles. Así, leemos con estupor que la defensa de los derechos de un sector de mujeres concreto, las prostitutas, que se encuentran en una situación de absoluta desprotección en cuanto a derechos laborales y sociales se refiere y que soportan un cúmulo de discriminaciones inaceptables en las sociedades actuales, en realidad es un “extraño debate” y una “marcianada inasumible” (1).
Es un tanto sorprendente el que se desconsidere la existencia de una corriente feminista pro derechos, de un feminismo pro sex, al que se vinculan organizaciones de activistas y de trabajadoras del sexo, en todos los continentes, desde mediados de los años 80.
Es inaudito que se desprecie el trabajo de organizaciones como Amnistía Internacional, la Alianza Global contra la Trata de Mujeres (GAATW), la Comisión Global sobre VIH y Derecho, Human Rights Watch, ONUSIDA, el relator especial de la ONU sobre el derecho a la salud y la Organización Mundial de la Salud y, por supuesto, el de las propias organizaciones de prostitutas y aliadas, que están exigiendo a los Gobiernos que actúen y despenalicen el trabajo sexual como forma de evitar, entre otras cosas, situaciones de violaciones, otras violencias, extorsión y discriminación de las prostitutas que han quedado más que demostradas en multitud de informes. Y no estamos hablando de África o Asia. Uno de los últimos informes de Amnistía Internacional se centra en Noruega, un país que multa a los clientes de la prostitución, donde se dan violaciones de derechos humanos y existe la violencia contra las prostitutas; violencia que ellas no se atreven a denunciar, porque la Policía es estricta a la hora de aplicar la ley y su primera actuación es desalojarlas de los domicilios en que se ocupan y viven. Esa es su prioridad (2).
La vieja izquierda decía que había que esperar en algunos temas, la nueva vieja izquierda ni siquiera pide esperar. Lo que hace simple y llanamente es descalificar los temas que no son de su interés y que se escapan a su comprensión (esa que no acepta la existencia de la diversidad) y los califica como “posmodernos” o “neoliberales”. Y además la culpa de que la izquierda no vaya por mejor camino y que la derecha vaya ganando terreno es precisamente por estas “marcianadas inasumibles”. Buen intento de echar balones fuera. Ahora resulta que las putas organizadas son las responsables del avance de la ultraderecha.
No sabemos lo que será tangible para la izquierda, lo que sí sabemos es qué es tangible para las prostitutas. Es tangible la discriminación que sufren cada día por ejercer el trabajo del sexo. Son tangibles las multas que soportan a diario a consecuencia de la ley mordaza (Ley de Seguridad Ciudadana). Lo tangible es que tengan que soportar malos modos, humillaciones e insultos sexistas, racistas, tránsfobos mientras son multadas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por ejercer la prostitución e intentar llegar a fin de mes (3). Lo tangible es que tengan que soportar reflexiones destructivas y juicios sobre su propio movimiento de quien jamás se acercó a ellas para interesarse de primera mano por su situación.
Se argumenta, por último, que desde las organizaciones pro derechos se defiende la “libertad individual”, ¿desde cuándo exigir derechos laborales y derechos sociales para mejorar las condiciones de vida y trabajo de todo un colectivo de personas discriminadas es una pelea individual? Esa misma izquierda los llama “derechos colectivos” cuando se trata de cualquier otro grupo de trabajadores o trabajadoras.
Para finalizar tenemos que darle la razón a Daniel Bernabé en que hay que escuchar mucho más a Las Kellys. Las “putas” y las “chachas” sí que tenemos alianzas, fuertes alianzas de hecho, porque muchos de los objetivos son comunes: acabar con la invisibilidad y acabar con el machismo que nos desconsidera, desconsidera nuestras voces y desconsidera nuestras luchas. Les dejamos con un vídeo en donde ambos colectivos hablan sobre las violencias laborales y las violencias machistas (4), esperando a que les ayude a comprender algo mejor las exigencias de las prostitutas.
Mamen Briz es activista de Hetaira (colectivo en defensa de los derechos de las prostitutas, http://www.colectivohetaira.org/WordPress/).
NOTAS
(1) El pasado día 29 de marzo, Daniel Bernabé escribía en La Marea el artículo “La trampa de la diversidad. Una crítica del activismo” (http://www.lamarea.com/…/la-trampa-la-diversidad-una-criti…/).
(2) Noruega: El coste humano de » machacar» el mercado: La penalización del trabajo sexual en Noruega: Resumen ejecutivo:https://www.amnesty.org/es/documents/eur36/4130/2016/es/.
(3) La Agrupación Feminista de Trabajadoras del Sexo (AFEMTRAS) y el Colectivo Hetaira denuncian el silencio y la complicidad de las instituciones hacia los abusos policiales que se están cometiendo en el Polígono de Villaverde contra las trabajadoras del sexo, Madrid, 29 de noviembre de 2016: https://www.youtube.com/watch?v=ee0S7AmamLc.
(4) Empleadas de hogar, Kellys y trabajadoras sexuales | Violencias laborales y violencias machistas: https://www.youtube.com/watch?v=N95-Dr0xOzg.