Jesús Roiz, área de Inmigración de la APDHA.
- Artículo publicado en eldiario.es
El pasado día 27 de febrero, en el tenebroso invierno de Europa, irrumpió la primavera. En más de 100 ciudades europeas, miles y miles de personas salieron a la calle exigiendo un pasaje seguro para quienes tratan de salvar sus vidas accediendo a Europa. Era la Europa de los principios, la Europa de la libertad…la igualdad… la fraternidad… la solidaridad… Eran ciudadanas y ciudadanos representantes de la Europa que construyó una armadura legal para defensa de la vida y de la dignidad humanas, del derecho de asilo y del resto de los derechos humanos. Eran ciudadanas y ciudadanos que tratan de empatizar con los ancianos, niños y adultos que intentan llegar a Europa y se quedan al otro lado de los televisores. Eran ciudadanas y ciudadanos que han salido a su encuentro al Mar Egeo, tratando de salvar vidas, poniendo en riesgo la suya.
Enfrente tenían a la Europa del poder y a ella se dirigían gritando una reivindicación mínima, elemental pero vital: pasaje seguro. Era la Europa del poder, la de la presencia dominadora en Oriente Medio durante tantos años; la que hace y alimenta la guerra en Siria; la de los políticos que actúan al dictado de los poderes económicos y practican una política de muerte y destrucción; la de los que prometieron a las víctimas y ni siquiera cumplieron: una acogida discriminatoria y selectiva; la de los que externalizan fronteras y pagan por no ver a las víctimas; la de quienes hacen de las personas mercancía u objeto de trueque; la de los que hacen posible la existencia de mafias y obligan a las víctimas a ponerse en sus manos; la de los que, con fronteras, cierran a las víctimas el paso hacia un lugar donde la vida sea posible; la de los que practican la xenofobia y la derivan a los ciudadanos.
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