Hace más de dos años de los trágicos acontecimientos de Ceuta y Melilla, en los que al menos 14 personas perdieron la vida entre septiembre y octubre del 2005 al intentar atravesar las alambradas de las ciudades autónomas españolas. Muchos de los inmigrantes subsaharianos que no logran entrar en nuestro país se encuentran atrapados en la ciudad fronteriza de Oujda…
Se calcula que por la ciudad fronteriza de Oujda llegan el 82% de los migrantes procedentes del África subsahariana, y por allí son expulsados cuando son arrestados en cualquier parte de Marruecos. Sin embargo, la frontera con Argelia está cerrada desde 1994 y lo que viven frecuentemente los migrantes es encontrarse atrapados entre los militares marroquíes y argelinos, ambos intentando disuadirlos de ir hacia su territorio mediante disparos al aire.
La APDHA está haciendo un seguimiento de la dramática situación que se vive en esta ciudad. Nuestra compañera de la delegación de Córdoba MªÁngeles Marco nos cuenta los últimos acontecimientos.
8-16 de noviembre 2007
Como si se tratase de nueva estrategia, en vez de las grades redadas tipo la navidad 2006 que situaron de un golpe a más de 400 subsaharianos en Oujda, ahora las expulsiones son de grupos de entre 50 y 60 personas, pero con una periodicidad casi semanal. A modo de ejemplo, el 8 de noviembre llegaron 30 personas procedentes de El Aioún; el sábado 10, eran unos 60 los que llegaban de Rabat tras haber interrumpido bruscamente la policía en sus casas hacia las tres de la mañana.
Aún cuando en algún caso la policía de Rabat ya ha reparado y reconocido los papeles oficiales del Alto Comisariado para los Refugiados (HCR) respetando a los refugiados estatutarios, esto está aún lejos1 de establecerse como norma y más bien parece depender de la discrecionalidad de los agentes que intervienen.
Así, en la redada del 9 de noviembre en Rabat, 48 refugiados congoleños fueron conducidos a la comisaría, donde no quisieron escuchar sus razones en cuanto ostentadores de estatus de refugiado, y fueron conducidos en autobús hasta Oujda. Entre ellos, una mujer y un menor. Habiendo llegado hacia las seis de la tarde, fueron retenidos en comisaría hasta entrada la noche, momento en el que fueron desperdigados por la frontera argelina, esta vez en la zona del aeropuerto de Oujda. Durante el viaje sólo se les proporcionó una botella de agua a cada uno, con lo que se encontraron hambrientos y sin ropas de abrigo en plena noche en un lugar desconocido y desorientados. Uno de los inmigrantes, de unos 30 años, fue golpeado en la comisaría de Oujda con un bastó y le fracturaron un dedo; tras la intervención de Médicos Sin Fronteras, fue atendido en el hospital de la ciudad una vez que alcanzó por sus medios el campus universitario (lugar de concentración de los inmigrantes en la zona). Otro de los inmigrantes, en visible estado de debilidad, fue conducido a la frontera a pesar de manifestar reiteradamente a los gendarmes que estaba enfermo y recibiendo tratamiento en un hospital de Rabat.
Con todo, no son los que peor suerte han tenido, pues algunos nos han testimoniado como fueron abandonados a principios de octubre en plena noche a 45 Km. de Oujda en zona desértica, a donde consiguieron volver a pie prácticamente extenuados.
En la ciudad de Oujda los inmigrantes soportan condiciones extremas, pues pernoctan a la intemperie donde las temperaturas rondan los cinco grados en la noche. Muchos de los recién llegados nos relataron como llevaban varios días sin comer, y no disponían de ninguna prenda de abrigo (cuando la policía les detuvo en Rabat en la noche, no les permitió llevarse más que lo puesto).
El campus está rodeado de un muro, cuya altura se ha elevado y que está rematado con cristales rotos. Las fuerzas del orden marroquíes irrumpen periódicamente en el campus durante la noche, arrestando a cuantos pueden y quemando o requisando todas las pertenencias de los inmigrantes. Así, cuando éstos ateridos de frío tienen que huir en la oscuridad, las lesiones y heridas están garantizadas. A la mañana, los rastros de sangre que provocan los cortes de los cristales en las manos son evidentes alrededor del perímetro del campus.
Los subsaharianos se encuentran atrapados en Oujda, cual si fuera un campo de concentración a cielo abierto. Los muros del campus les ofrecen un poco de refugio del viento en las noches frías, pero ninguna otra protección les ampara. La inseguridad y la tensión extrema son sus compañeras de camino constantes.
Es muy difícil salir de Oujda para los subsaharianos debido a la vigilancia y presión policial. El transporte público les está prohibido, y los controles de carretera son tan férreos, que pareciera que la piel negra está maldita en Marruecos.
La presión que sufren el movimiento asociativo solidario en esta zona del país es tremenda. Son bien conscientes que si aún tienen cierto margen de maniobra, en la mayor precariedad de medios, es gracias a que muchas otras ONG europeas están pendientes de ellos y las autoridades lo saben. Desde aquí nuestra gratitud y admiración por su compromiso constante en las condiciones más difíciles.
Cada vez que nos acercamos a situaciones tan límites como las que viven los inmigrantes subsaharianos en Oujda, nos admiramos ante su resistencia, su apuesta por la vida justo cuando la tienen constantemente en peligro, y su esperanza. Pareciera como que tuvieran la muerte integrada en la vida, y eso les hace fuertes. Su supervivencia en condiciones tan extremas los convierte en referencia de humanidad.
Que siempre nos puedan encontrar de su lado.