La paz en Colombia. Memoria histórica y terrorismo de Estado

Lorenzo Benítez, miembro del área de Solidaridad Internacional de APDHA

Un miembro de la guerrilla de las FARC vigila el camino que conduce a la zona rural de Miranda Cauca / EFE

Un miembro de la guerrilla de las FARC vigila el camino que conduce a la zona rural de Miranda Cauca / EFE

La paz de los vivos requiere la paz de los muertos. La memoria histórica es uno de los ejes de la negociación que mantienen el Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Mis amistades colombianas están cruzadas por la guerra de una u otra manera. El terror forma parte de sus emociones, naturalizado en privado, en silencio, sugerido o explícito, de la misma forma que su revelación pública se ha cercenado durante décadas.

Más de sesenta años de violencia extrema, aniquiladora de cuerpos y de la condición humana, han dejado un balance feroz. La atrocidad ha quebrado la población, el territorio y los recursos -legales o ilegales, como la cocaína- en diversas etapas, hasta hablarse del riesgo de balcanización de Colombia. Y de la banalización de su violencia. Pero este país, tan rico en fuentes energéticas y minerales, se resiste a la fragmentación del infierno. Ahora afronta un escenario colectivo, complejo y esperanzador. Apartar las armas y hacer memoria. Documentar la guerra y contar la verdad. Hacer justicia, reparar a las víctimas y pedir perdón. Algo que en España no hicimos y todavía lamentamos.

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