José Castilla y Marian Pérez, área de Cárceles de APDHA
Las personas presas son uno de los sectores más olvidados de nuestra sociedad. Lo habitual es que importe bastante poco qué suceda de puertas hacia dentro de una prisión, y que la situación de estas personas en su día a día no preocupe a casi nadie. Con un lacónico «!algo habrán hecho!» basta para seguir mirando hacia otro lado que no sea esos incómodos y oscuros rincones de nuestro sistema social que son las cárceles.
Sin embargo, hay momentos como el presente en que algo cambia, y de repente las miradas se vuelven hacia esos rincones. Lamentablemente ese cambio no se debe a que la sociedad haya tenido una mayor conciencia de la importancia que tiene revisar el modo en que tenemos de gestionar que aquellos de nosotros que no han respetado las normas de convivencia que nos hemos dado aprendan a respetarlas, y se reinserten de la manera más rápida y positiva para todos. No nos engañemos, no ha sido eso. Ha sido la curiosidad malsana de ver cómo viven entre rejas aquéllos que aparecían hasta hace poco en los informativos como políticos destacados, o en las revistas de papel couché como artistas admiradas.
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