Andalucía, 25 de febrero de 2022. La irrupción del ejército ruso en Ucrania, desencadenando una guerra abierta, destapa todos los peligros que hasta ahora estaban larvados, conduciéndonos a un escenario imprevisible. La presencia de efectivos militares de España en la zona del conflicto hace más necesaria que nunca la exigencia de poner fin a este enfrentamiento armado, retirar las tropas desplegadas, desmilitarizar toda la zona y buscar soluciones basadas en el diálogo y la negociación.
El complejo militar industrial del Estado español y el ardor guerrero de la ministra de Defensa nos ha arrastrado a un conflicto que tiene todas las perspectivas de salir mal. Es evidente la responsabilidad del autócrata Putin en la escalada bélica, pero no se pueden hurtar tampoco los intereses militaristas de la OTAN para seguir manteniendo una hegemonía mundial, continuar con el rearme y basar toda su estrategia en la distribución de zonas de influencia, como si estuviéramos en una nueva edición de la guerra fría. Una Alianza Atlántica que estaba en “muerte cerebral” (Macron dixit) recibe de Rusia argumentos para afianzar y aumentar su poderío: un desastre.
La desmilitarización es la solución. Los afanes expansionistas de los actores en el conflicto solo pueden traer tragedia, sufrimiento y muerte. La llamada seguridad internacional se basa en la defensa de los intereses, demasiadas veces inconfesables, de unos pocos: las élites, pisoteando la dignidad y los derechos de las personas,
Como recalca el Centro Delàs de Estudios para la Paz, “la transición ecológica pasa necesariamente por procesos de desarme y desmilitarización: reducción del gasto militar mundial, conversión de la industria armamentística en industria de energías renovables, y desmantelamiento del arsenal nuclear”. La paz global pasa por la desmilitarización y el desarme internacionales. Alimentar la industria de la “Defensa” y reforzar las alianzas militares forma parte de las soluciones equivocadas. Necesitamos que los gastos militares mundiales sean trasvasados a la financiación de políticas de seguridad para la paz.
Para lograr nuestro objetivo de un mundo en paz, rechazamos las respuestas militares a las crisis regionales y mundiales; éstas son parte del problema no parte de la solución. Nos negamos a vivir bajo el terror de las armas nucleares, y rechazamos la carrera de armamentos. Tenemos que reducir los gastos militares, dirigiendo estos recursos a satisfacer las necesidades humanas.
Debemos cerrar todas las bases militares extranjeras. Nos oponemos a todas las estructuras militares utilizadas para intervenciones bélicas. Debemos democratizar y desmilitarizar las relaciones entre los pueblos y establecer nuevas formas de cooperación pacífica para construir un mundo más seguro y justo.