OTRA TRAGEDIA DE PERSONAS INMIGRANTES

 El día 25 del mes pasado nos llegaba la noticia de la muerte, a causa de hambre y sed, de más de 25 personas inmigrantes, en una patera a la deriva en el entorno de la isla de Alborán. El día 28 era noticia la desaparición de 70 inmigrantes en un naufragio en Malta. El día 31 nos enteramos de que la Marina Real marroquí había interceptado en días anteriores dos embarcaciones frente al Sáhara Occidental. En una de ellas había 6 cadáveres de personas inmigrantes. Todavía hoy es noticia la muerte de, al menos 14 inmigrantes, frente a Gran Canaria, también a causa de hambre y sed.

¿Quiénes eran?  ¿Cómo se llamaban? ¿De dónde venían? ¿Qué les hizo arriesgar su vida? ¿Por qué dejaron su familia, sus amigos, su casa…? ¿Quién ha analizado el motivo o motivos de su muerte? ¿Existe el propósito de depurar responsabilidades? Algunos han muerto en aguas españolas, ¿qué comportamiento ha tenido la Administración española con los fallecidos y con sus familias?, ¿qué atenciones han recibido los supervivientes?

 Cerca está en el tiempo la tragedia de Barajas. Un trato minucioso se ha dedicado a los muertos y parece ser que a los familiares de las víctimas se les ha colmado de atenciones. Se lo merecían todo. En marcha está la investigación de las causas del accidente del avión de Spanair y la búsqueda de responsabilidades así como de los responsables. Como debe ser. Una fuerte conmoción social levantó una ola de solidaridad.

Los mismos merecimientos tienen las personas inmigrantes. Los familiares de las víctimas y la sociedad tienen derecho a una investigación que arranque desde el inicio de la emigración forzada y que señale a los causantes de cada muerte. Sin embargo su consideración discriminatoria delata el talante de los gerentes de las sociedades receptoras. Sean quienes sean, se llamen como se llamen, vengan de donde vengan y tengan el entorno humano que tengan, para los distintos gobiernos no merecen otro trato que el de intrusos que se han buscado la muerte burlando las barreras impuestas por la Unión Europea y España. A los que han logrado salvar su vida  y llegar a puerto, tampoco se les valorarán los motivos que han hecho posible asumir el riesgo de perder la vida. Es más, lejos1 de atenciones de expertos psicólogos, se les hundirá psicológicamente a golpe de expediente de expulsión. No nos extraña el trato. La sensibilidad en el trato a las personas inmigrantes quedó en evidencia  con la firma de la Directiva de la Vergüenza.

 Silencio y olvido para los que perdieron la vida en el mar. Nada de memoria y menos que se convierta en histórica. Esta es la condena de los poderosos a los sin nada. Los gobiernos de España y Europa parecen tener miedo a la transparencia de una investigación de causas y causantes. En España y en Europa se sabe mucho de silenciar, pero también de rebrote incontenible. ¿No será que el silencio de los muertos es un grito de denuncia a quienes, empobreciendo África, han forzado la inmigración? ¿No será que las muertes en el mar se levantan como una acusación frente a quienes les han obligado a buscar rutas casi imposibles para lograr aquello a lo que toda persona tiene derecho, una vida mejor?

Simultáneamente a la difusión de la noticia de Gran Canaria el Sr. Ministro Corbacho cerraba el paso de los flujos1 migratorios posibilitados mediante el contrato en origen. Lo que no reconoció es si, con esta medida, aceptaba su cuota de responsabilidad en las tragedias humanas que con su política migratoria está asegurando.

 Nos solidarizamos  con los padres, hermanos y amigos de cuantas personas fallecidas en el mar recordamos y reivindicamos que, tanta muerte y tanto sufrimiento, sirvan de revulsivo en nuestras sociedades africanas y europeas para, entre todos, acabar con este sistema de explotadores y explotados.

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