No se trata de una arenga ni su sentido debe ser atendido como una llamada a la violencia. Y no son las personas migrantes las llamadas a responder. La llamada es el clamor que se levanta a ambos lados de las fronteras pidiendo que se reconozca la verdad de la migración.
Corresponde dar audiencia y compromiso a esa llamada, a los políticos de marca o teledirigidos que dicen ser solidarios con las personas migrantes, mientras niegan la salvación de sus vidas; a los que dicen estar por los migrantes pero solo cuando éstos sean “legales”, mientras les niegan la documentación que les acredite la condición de igualdad ante la ley; y a esos políticos que dicen estar por la integración de los migrantes, mientras exhiben toda una arquitectura de minoración, rechazo y exclusión.
Es el clamor de esas vidas hundidas en la migración forzada, el desarraigo y la negación de unas vías seguras por donde puedan salvar su existencia. Un clamor que se levanta desde lo hondo de la dignidad humana y del instinto de supervivencia. Desde la verdad de los hechos brota la urgencia de justicia y es la justicia la que exige subversión y reparación. La verdad de los hechos denuncia el desorden establecido en las políticas migratorias y la urgencia de subvertirlo.
Es hora de que quienes verbalizan deseos contradictorios y políticas migratorias negativas, contrasten su coherencia con el bien común que pregonan como objetivo de la política. Todo un reto. Está en juego la suerte y la vida de muchas personas. Adorno puede estar acertado cuando dice: “dejarse interpelar por el sufrimiento de los otros, es condición de toda verdad”. Y el itinerario lo marca Antonio Machado cuando dice: “¿Tu vedad? No, la verdad y ven conmigo a buscarla.”
En consecuencia, es cuestión de acercarse a las víctimas y en posición de empatía entrar en su vida. Previamente cada uno, ha debido despojarse de verdades particulares, estereotipos, prejuicios, justificaciones de dominio, presiones del poder, servidumbres, prepotencia, fake news, leyes de Extranjería y Mordaza, la consideración de la solidaridad como objeto de represión y toda una constelación de elementos que, tomados en su conjunto, componen la nebulosa de la posverdad.
Si los políticos anteriormente aludidos hicieran este esfuerzo, podrían entender la verdad que la migración entraña: las causas y causantes de la emigración; la presencia de la colonización y neocolonización en sus vidas; la existencia de un sistema depredador de todos los elementos de la naturaleza incluidas las personas; la mentira de la soberanía de los estados en perjuicio de la soberanía de las personas y de los pueblos; la connivencia y servidumbre de los estados con los poderes económicos al dictar y ejecutar las políticas migratorias; la comprobación de que los intereses económicos están por encima de la vida y la dignidad de las personas; la evidencia de que las fronteras son muro para las personas y vía libre para el capital; la experiencia de que las fronteras son un instrumento del sistema económico para rechazar a las personas, herirlas en su dignidad, ocasionar su muerte o anularlas tildándolas de “sin papeles” y la convicción de que la política de fronteras viene a generar un gran negocio para mafias, grandes empresas y estados cómplices.
¿Las verdades vividas y sufridas por las víctimas de las políticas migratorias, no se acercan más a la verdad que esos embrollos que se crean para justificarlas y lustrarlas con la engañosa posverdad? ¿Unas políticas basadas en la negación de la libertad y la represión de la solidaridad, no son la negación de la justicia, la igualdad y los derechos inherentes a toda persona?
Tanto sufrimiento, tanta indignidad y tanta muerte no son asumibles por la humanidad. Lo hundido y aplastado ha de dar la vuelta. Lo valores tienen su lugar encima de los contravalores. La subversión es necesaria y urgente. Sin ella no serán posibles, ni una justicia única, ni una solidaridad compartida por todos los seres humanos.
Jesús Roiz Corcuera
Miembro de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía. APDHA