El pasado martes 4 abril la gravedad del conflicto sirio aumentó, aún más si cabe, dado el calado y la intensidad de las actuaciones militares que se están ejecutando sobre la población siria.
Lo que se ha denominado “ataque químico”, ha causado la muerte de más de 80 personas en la localidad de Jan Shijún, en el norte de Siria, entre ellos 30 niños, así como 400 personas afectadas por el gas tóxico con problemas respiratorios y vómitos, según diversas fuentes.
Las imágenes e informaciones difundidas muestran una vez más una vuelta de tuerca en la capacidad mortífera y cruel de las fuerzas bélicas presentes en el conflicto. Como viene siendo habitual, el cruce de declaraciones sobre la culpabilidad y responsabilidad de los bombardeos diluye por un lado, la acción de los organismos internacionales (la ONU no ha condenado los ataques por el veto de Rusia a la declaración, aludiendo que la responsabilidad es de los rebeldes que ocultaron armamento químico) a la vez que se asume la legitimidad de intervención de actores como EEUU, que a través de decisiones unilaterales actúan respondiendo al régimen sirio con los bombardeos realizados en Homs.
En este ataque ordenado por Donald Trump, han participado los destructores USS Ross y USS Porter procedentes en la base española de Rota (Cádiz), desde donde operan regularmente. El uso de la base de Rota es especialmente preocupante. El famoso escudo antimisiles que aprobó el gobierno de Zapatero de forma apresurada no sólo no ha creado empleo, sino que como se ve, nos involucra en las guerras de Oriente Medio, poniendo en riesgo la seguridad de la Bahía de Cádiz y de Andalucía.
En los casi 7 años que se lleva desarrollando la guerra de Siria, esta se ha cobrado más de 312.000 vidas y desplazado de sus casas a la mitad de los 23 millones de habitantes. Durante todo este tiempo, hemos asistido a un continuo despropósito en las acciones pacificadoras que deben esperarse de la comunidad internacional, muy al contrario, se han establecido apoyos por parte de las grandes potencias como Rusia, EEUU, la esfera europea y oriente medio, que apoyan de forma dividida e interesada al gobierno de Damasco, o a los grupos rebeldes profundamente heterogéneos y diversos en su objetivo y pretensiones.
Bombardeos como el de Homs, que se suman a los realizados anteriormente por el propio EE.UU. Francia o Rusia, o las intervenciones sobre el terreno de estas potencias o de Irán y Arabia Saudí, no pueden contribuir a la paz en Siria. Esta complejidad aparente de las partes en disputa no puede de ninguna manera empañar el juicio que desde las organizaciones de defensa de los Derechos Humanos debemos realizar. Y esta es la reclamación más contundente posible a los gobiernos internacionales a que sus actuaciones se dirijan de manera específica y exclusiva a la pacificación del territorio, paralizando la venta de armas a las partes implicadas, favoreciendo las negociaciones de paz entre las partes y el reconocimiento del derecho de asilo a todas las personas desplazadas a consecuencia del conflicto.
Al tiempo que se recrudece y nos angustia la guerra en Siria, vemos como lo que ocurre en Yemen apenas merece atención de la llamada comunidad internacional. Recuérdese por ejemplo, que cerca de 50 refugiados fueron masacrados en el mar por helicópteros Apache de la coalición que lidera Arabia Saudí hace unas semanas cuando huían hacia Sudán. La masacre en Yemen alcanza cifras estremecedoras y se realiza también gracias a la venta de armas a Arabia Saudí que son empleadas en esta guerra, como será el caso de la construcción de corbetas en Navantia que desde los derechos humanos y la paz no se pueden defender.
Consideramos hipócrita y cínica la actitud de los gobiernos, que se horrorizan con ataques como el del pasado martes, pero que al mismo tiempo continúan rechazando la llegada de personas que huyen de la guerra y a quienes no se les reconoce el derecho de asilo. Insistimos en la responsabilidad de la Unión Europea en la muerte de las personas que se ven a abocadas a un destino fatal a causa de las políticas europeas de no acceso y devolución de las personas refugiadas.
Es hipócrita y cínico continuar comerciando con armamento que alimenta y recrudece la guerra siria (así como tantas otras actualmente activas) y las consecuencias sobre la población civil.
Es tremendamente hipócrita y cínico que los gobiernos declaren intolerables los ataques de una de las partes y ejecuten, acompañen o refuercen los ataques cometidos por la otra.
Y sin lugar a dudas, es una vergüenza para todas las personas que vivimos este tiempo el contemplar y conocer como se está masacrando la vida de las personas en Siria frente a la pasividad de las instituciones diplomáticas internacionales y la incapacidad de los gobiernos.
No podemos mirar para otro lado, urge la paz en Siria. Como urge en Yemen y en todo Oriente Medio.