- Publicado en cuartopoder.es / Grupo de Feminismos de la APDHA
«Cuando se legisla siempre acaba imponiéndose una frontera que deja a alguien fuera: en este caso han sido las trabajadoras sexuales de los clubs»
«El que se cierren los clubs no solo las priva de su modo de vida sino que, a veces, las priva también de su vivienda»
«Este cierre, sin estar acompañado de medidas de protección social, económica y habitacional dispuestas para las trabajadoras, no va a mejorar la situación de vulnerabilidad que sufren»
Mi amiga Luisa, cuando era pequeña, pensaba que los adultos, incluida su madre, tenían una visión tubular y para esconderse de ella, simplemente se agachaba porque así creía que no la verían. En ocasiones pienso que el poder tiene de nosotros, los y las ciudadanas, la misma idea.
La decisión del Gobierno de cerrar los clubs de alterne sin ofrecer ninguna alternativa a las trabajadoras sexuales que allí se ganan la vida tiene ese tinte de medida vistosa populista que lo que hace finalmente es empujar hacia abajo con el fin de ocultar e invisibilizar. Es el mismo discurso del abolicionismo, que pretende suprimir una realidad que existe como si la mera voluntad de hacerlo fuera suficiente.
Cuando se legisla siempre acaba imponiéndose una frontera que deja a alguien fuera: en este caso han sido las trabajadoras sexuales de los clubs.
El que se cierren los clubs no solo las priva de su modo de vida sino que, a veces, las priva también de su vivienda, al no poder hacerse cargo del pago del “hospedaje” por no poder trabajar. Algunos de estos clubs han cerrado totalmente, incluidas las dependencias que se destinan para vivienda de estas trabajadoras, con lo que se han quedado literalmente en la calle. El trabajo sexual, al no ser una actividad laboral reconocida, queda fuera de todas las medidas de protección estatal como los ERTE, desempleo, etc. Además, muchas de las trabajadoras sexuales no tienen permiso de residencia, fruto de una legislación de extranjería racista, inhumana y perversa, por lo que tampoco tienen acceso a ayudas sociales no vinculadas con el trabajo (Ingreso Mínimo Vital, ayudas al alquiler). ¿Se están realmente dando soluciones a la crisis social derivada de la pandemia o se está empujando a un gran número de trabajadoras a la más absoluta precariedad? ¿El discurso de no dejar a nadie atrás no vale con ellas?
Por otro lado, vincular a las prostitutas con la enfermedad, lo mismo que se hizo en la anterior crisis sanitaria del VIH, es, además de un procedimiento antiguo que deberíamos haber superado, peligroso precisamente por adoptar una visión tubular que no integra la verdadera problemática. Se asemeja a cuando se dice que prostitución es igual a trata, desvirtuando el verdadero problema y banalizando graves situaciones de desprotección. Merecemos que las cosas sean llamadas por su nombre, vistas en su totalidad, que se dote a las personas de recursos suficientes para su protección y que se eviten las concepciones deliberadamente tubulares y sesgadas, pretendiendo que así se obtendrán buenos resultados.
Leer en prensa las palabras de la señora ministra de Igualdad: “Cerrar clubes de alterne y perseguir la prostitución va a ser fundamental para el control de los rebrotes», nos hace temer una vuelta a argumentos higienistas (“son un riesgo para la salud pública”) para tomar medidas de persecución de la prostitución, que al fin y al cabo, a quiénes más afectan (negativamente) es a las propias trabajadoras del sexo.
El cierre temporal de los prostíbulos puede ser una medida necesaria ante la inexistencia de protocolos e instrumentos para la prevención en ellos, pero este cierre, sin estar acompañado de medidas de protección social, económica y habitacional dispuestas para las trabajadoras, no va a mejorar la situación de vulnerabilidad que sufren a día de hoy (situación de vulnerabilidad que admite la señora ministra), sino que la agudizará. Así, parece ser que en vez de garantizar su acceso a medidas preventivas y su derecho a la salud, una vez más el camino parece apuntar al cierre de prostíbulos, la invisibilización de las trabajadoras y su criminalización por medio de la “persecución de la prostitución”.
Las personas que pertenecemos al grupo de Feminismos de APDHA pensamos que todas las vidas merecen la pena vivirse con dignidad y derechos, por eso la solución no puede ser adoptar medidas que lo que hacen es incrementar la desigualdad e invisibilizar al colectivo. Pedimos para las trabajadoras sexuales: derechos laborales como los tienen todos y todas las trabajadoras, lugares donde trabajar en los que no sean explotadas a causa precisamente de esa alegalidad o limbo jurídico en el que se encuentran, a la par que el acceso con garantías a los recursos que se ofrecen a cualquier otra población vulnerable cuando así lo necesiten.
Y sobre todo queremos verlas sentadas en las mesas de negociación en las que se deciden sus asuntos. Invisibilizarlas y excluirlas no hará que desaparezcan sus problemas sino todo lo contrario, aumentará su estigma y las hará más vulnerables y precarias. Y sobre todo aumentará nuestra propia ceguera.