El pasado jueves estuvo con nosotros en la APDHA de Sevilla Miguel Roldán Espinosa, un bombero sevillano que colaboraba con la ONG alemana Jugend Rettel en el rescate de migrantes en el Mediterráneo. Roldán nos relató que, por esta actividad, se enfrenta actualmente a una petición de 20 años de cárcel por parte de la fiscalía italiana.
Tiene que defenderse ante los juzgados por ser solidario.
“Tras la caída del régimen nazi, muchos alemanes se escandalizaban por la existencia de campos de concentración. Durante años habían mirado para otro lado, no habían querido enterarse. Algo parecido va a pasar en Europa. La gente muere en el Mediterráneo y miramos para otro lado.”
Fue la frase que más me impresionó de Miguel. Esta frase y unas imágenes, que no he visto en ningún medio de comunicación, de uno de los rescates en los que participó. Decenas de personas apiladas en la cubierta de un barco. No era una masa oscura de gente. Un buen profesional de la cámara grabó el temblor, el miedo, la desesperación, en los planos cortos de las caras de hombres, mujeres y niños negros iluminados por las mantas térmicas que los envolvían. Una imagen que interpela directamente al espectador, demasiado fuerte para emitir en los informativos de TV que llegan a nuestros confortables salones.
Miguel nos explicó el trabajo del equipo de rescate de esta pequeña ONG. Equipos que corren peligro cuando se acercan a embarcaciones precarias, cargadas con cientos de personas que llevan días en el mar sin agua ni comida, llenas de desesperación y a veces enfermas. Cómo se lanzan al mar cuando llega el barco de rescate, a pesar de no saber nadar. Una embarcación, en la que muchas veces no habrá sitio para todos, que esperan los aleje de los guardacostas libios dispuestos a devolverlos al punto de salida, el infierno para ellos.
Nos contó los protocolos a los que se someten, el cumplimiento de las leyes del mar, cuántas veces han visto morir gente porque no llegaba la autorización para intervenir del Centro de Control de Roma.
Las embarcaciones de rescate no tienen capacidad para transportar gente. No podrían llegar a la costa, de la que las separan unos 200 kilómetros, que equivalen a unas 30 horas de navegación de ida y otras tantas de vuelta, con este cargamento humano.
La criminalización de la solidaridad
En julio recibe la notificación de la policía española de la demanda judicial del gobierno italiano por una acción de rescate de 2017. La acusación: “colaborar en el tráfico de personas” Sin demasiados datos más porque el proceso se encuentra bajo secreto de sumario.
El proceso, con encausados de varias nacionalidades, puede durar años y la defensa cuesta un dineral. Jugend Rettel, la ONG alemana con la que colaboraba Miguel ha tenido que echar el cierre, acosada por las deudas. Lo que dedicaba a rescates ha de destinarlo ahora a defender a sus miembros de la cárcel.
Otras ONG’s más grandes, como Médicos Sin Fronteras o Save the Children que operaban en el mismo área, se han librado de momento. Tienen más medios, y capacidad de defenderse. Pero la acusación a una pequeña crea el miedo en todas ellas, testigos incómodos de lo que ocurre en el mar.
El Primer Ministro italiano de extrema derecha, Mateo Salvini, lleva la iniciativa de este genocidio silente, pero el resto de los gobiernos y la opinión pública europeos guardan silencio cómplice y miran para otro lado, como hacían los alemanes con los campos de concentración.
“Tras la caída del régimen nazi, muchos alemanes se escandalizaban por la existencia de campos de concentración. Durante años habían mirado para otro lado, no habían querido enterarse. Algo parecido va a pasar en Europa. La gente muere en el Mediterráneo y miramos para otro lado.”
Somos muchos los que no estamos dispuestos a permanecer indiferentes frente a las políticas y acciones más propias de bárbaros.
Chelo Gutiérrez es periodista y militante de APDHA-Sevilla