Esta vez cerca de Melilla y en aguas marroquíes. Más muertes en el Mediterráneo. ¡Basta ya! Ahora han muerto 34 personas migrantes, entre ellas una niña y un niño. Era de esperar de esta política continuista. Sus gestores mirarán para otro lado diciendo que la tragedia no ha sido en aguas españolas. Dirán que España ofreció los servicios de Salvamento Marítimo y que el Reino de Marruecos lo rechazó. ¿No será un exceso de celo por parte del Reino de Marruecos? Para eso le pagan España y Europa, para que no llegue a ojos europeos ninguna persona migrante. ¿Daños colaterales de la política migratoria española? La verdad es que todo atenuante que se busque para paliar las consecuencias de estas políticas migratorias es repugnante. Hay responsables de esta tragedia. Alguien debe asumir responsabilidades. Ante tanta muerte provocada es obligado gritar: ¡Justicia y reparación!
Nadie preguntará quiénes son los fallecidos, de dónde venían y por qué venían. Renuncien a culpar a mafias y al simple derecho a mejorar la vida, como motivos exculpatorios. Vayan al origen de una migración, quizás forzada, por hechos y circunstancias originados posiblemente en España o en Europa. La Andalucía que se jacta de sus grandes avances en la industria militar, con consecuencia de millones de euros y cientos de puestos de trabajo, quizás debería plantearse si su política no está en el origen de unas migraciones forzadas.
Mientras tanto, la represión y criminalización de la solidaridad, continúa. La generosidad de las ONGs que se dedicaban a rescatar náufragos del Mediterráneo central ha sido erradicada y Lucano, figura señera de la acogida de refugiados, alcalde de Riace, ha sido privado de libertad por el arrollador de personas migrantes, Salvini.
Charles Aznavour, el armenio-francés de recuerdo entrañable, en su despedida me ha hecho pensar: la acogida e integración son posibles, útiles y necesarias.
Jesús Roiz Corcuera (APDHA-Sevilla)