Decía José Luis Sampedro: “…hay que vivir, y para vivir hay que ser libres, y para ser libres hay que tener un pensamiento libre, y para tener un pensamiento libre hay que educarse…” También decía: “…la opinión pública no es la opinión pública, no es el resultado del pensamiento reflexivo de la gente… porque no estamos, en general, educados para pensar, eso que decía yo antes del pensamiento propio del pensamiento crítico, la gente no razona no piensa…”
No solo con leyes represivas se controla a la sociedad, mantenernos en la incultura social, en la ignorancia, es otra manera de hacerlo, y casi más efectiva. Las imágenes han sustituido a las palabras, al pensamiento, todo está organizado para que no pensemos, para que seamos pasivos, para mantenernos en la incultura social y política, para que seamos fáciles de manipular, de dirigir. Nos martillean con mensajes simples y repetitivos, dirigidos más a las vísceras que a la inteligencia, para que nos traguemos sin el más mínimo análisis las consignas políticas, para que consumamos sin medida. Mensajes cargados de miedo, para hacernos más desconfiados ante lo distinto y diferente, más conservadores en nuestras ideas, más necesitados de seguridad, más vulnerables ante las falsas noticias.
Cuando pensamos y analizamos, cuando nos cuestionamos todo lo que nos llega, cuando de manera individual o colectiva nos oponemos a los desafueros del sistema, este actúa de manera inmediata. La última medida fue la Ley de Seguridad Ciudadana, más conocida como Ley Mordaza, creada con el objetivo de desmovilizar a la ciudadanía, con el (vano) intento de parar la protesta. Una ley que no solo fue rechazada por considerarla represiva por distintos colectivos sociales y ong´s, si no que fue duramente criticada por partidos políticos o asociaciones como Juezas y Jueces por la Democracia, o el Consejo de Europa, que el año pasado instó al gobierno español a que en la revisión de dicha ley se eliminara las posibilidades de injerencia desproporcionada en los derechos a la libertad de expresión y a la libertad de reunión pacifica, entre otras cosas.
Pero además, estas personas, estos colectivos, son estigmatizados desde algunos medios, siendo tratados como, antisistemas, radicales, antisociales, perroflautas… intentando generar el rechazo de la mayoría social hacia ellos. A nivel general la sociedad no acepta al discrepante, al que abandona el pensamiento único, desde su conciencia grupal no concibe al que se sale de los cánones sociales, que otros han marcado, y castiga y excluye al distinto. Siempre ha sido así, “no a la gente no gusta qué uno tenga su propia fe…”decía la canción “La mala reputación” que Paco Ibáñez interpretaba allá por los años 70 del pasado siglo.
El poder se sabe seguro mientras nos mantengan en este estado de letargo, mientras los valores predominantes sean la competitividad, el individualismo, el tanto tienes tanto vales, la ley del más fuerte…mientras la agresividad, la falta de diálogo y empatía estén cada vez más al orden del día. Esto seguirá así hasta que no recuperemos, la solidaridad, la tolerancia, los derechos humanos, hasta que no apostemos por un sistema educativo que enseñe a nuestros jóvenes a pensar, a crear ciudadanos críticos, cultos, tolerantes, solidarios, y apoyemos la labor de much@s de l@s profesionales de la educación que trabajan en este sentido.
Esto seguirá así hasta que no realicemos el esfuerzo colectivo de hacernos ciudadan@s pensantes, conscientes y responsables, entendiendo que la responsabilidad ciudadana no solo es cumplir con normas y leyes, sino que también es revelarse contra las manifiestamente injustas. Tenemos que ser capaces de transmitir este concepto. Porque en estos momentos el mayor acto revolucionario que podemos realizar, es ayudar a las personas que tenemos a nuestro alrededor a abrir la mente, a recuperar la inteligencia social, el pensamiento crítico, y no para captar su voto u orientar su opción política, ni mucho menos para que piensen como nosotr@s, si no simplemente para que piensen, para que vuelvan a ser libres. Porque cuando a una sociedad se le priva de la cultura social, del pensamiento crítico, se la está privando de su libertad.
Termino con este texto de José Luis Sampedro, El Valor de la Palabra, nadie mejor que él para resumir y acabar este escrito:
“Leer nos enriquece la vida. Con el libro volamos a otras épocas y a otros paisajes; aprendemos el mundo, vivimos la pasión o la melancolía. La palabra fomenta nuestra imaginación; leyendo inventamos lo que no vemos, nos hacemos creadores. Ahora nos gritan que vale más la imagen, y con la televisión -la primera escuela- se inculcan a los niños, antes de que hablen, los dos desafueros el sistema: la violencia y el consumo. Con esas dos cadenas el poder político y el económico nos educan para ciudadanos pasivos, sin imaginación, porque siempre es peligrosa para los poderes establecidos. Y ante esas imágenes carecemos de voz: no tenemos medios para televisar contrariamente mensajes de tolerancia y sensatez. Hace cinco siglos la imprenta nos libró de la ignorancia llevando a todos el saber y las ideas. El alfabeto fomento el pensamiento libre y la imaginación: por eso ahora nos quieren analfabetos. Frente a las imágenes impuestas necesitamos más que nunca el ejercicio de la palabra, siempre a nuestro alcance. El libro, que enseña y conmueve, es además ahora el mensajero de nuestra voz y la defensa para pensar en libertad”