La represión como primera persona del plural. LUIS DE LOS SANTOS

Luis de los Santos

La humillación y el sentimiento de impotencia, rabia e incomprensión tapa muchas veces la razón del por qué y del cómo actuar. No se me olvidará nunca la primera vez. Aquella vez en la que me encontraba en comisaría central de la policía nacional en Málaga y de repente y sin previo aviso, el funcionario con el que estaba hablando, y haciéndole ver de manera educada que estaba equivocado, me llevó a un rincón y me soltó una bofetada, cerrando así cualquier atisbo de diálogo e intercambio de pareceres. Estábamos intentando salvar una expulsión, con lo que en el momento no llegué a sentir humillación por el objetivo más importante que buscaba, pero al día siguiente me llené de rabia. Nunca más vi a un policía nacional de manera aséptica o más bien ecléctica (algunos son buenos otros son malos, etc.). Todos estaban ideologizados, y consentían o practicaban los malos tratos y la tortura como un método indisoluble de su profesión. Esa fue mi “EGB”.

Rápidamente me saqué el “BUP y el COU”, cuando en distintas acciones contra las fronteras y contra la precariedad de nuestras vidas me vi sometido a nuevas agresiones físicas y a juicios de faltas por desobediencia en los que gracias a la creación de espacios políticos cooperativos los sobrellevé con el pago colectivo de multas económicas. Mi “graduación universitaria” llegó con mi detención un mes después de los hechos que se me imputaban (atentado a la autoridad en el marco de una huelga general en la que se denunció la actuación desproporcionada de la policía). La privación de libertad es el sometimiento que más daño puede hacer a un ser humano. Detenido en un coche con dos desconocidos, bajar a un sótano de Blas Infante, donde las celdas de azulejos blancos y las mantas llenas de mierda te hacen que tu instinto te diga que quieres salir de allí. Posteriormente los calabozos de los juzgados, aún con más mierda, y una jueza con la empatía de una mesa, provocaron mi indignación ante tal vulneración de derechos humanos no solo mía, sino de todas las personas que pasaron, pasan y pasarán por allí. Verse sometido a un proceso penal no es agradable, si encima éste tarda varios años menos aún. La única manera de sobrellevarlo es no pensar en ello y evitar lo que se busca con todo esto: que el miedo provoque en ti tal pánico de expectativas en la vida, que te haga abandonar el sentido militante y político de la misma. No lo consiguieron, al menos del todo.

La absolución del proceso penal tampoco te hace sentir bien, entre otras cosas porque no se hace justicia cuando las personas que mienten, torturan y agreden están acusándote y no defendiéndose como debería ser en un estado que respeta los derechos humanos.

También he conocido en lo cotidiano, como abogado, el sufrimiento de las demás, las condenas por atentado, los golpes, los daños psicológicos causados, las absoluciones de los agresores y las cientos de multas recurridas. Y por supuesto la alegría, la solidaridad, la valentía y el bien común de la inteligencia colectiva frente a la barbarie de este Estado.

Luis de los Santos. Abogado y activista.