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Comedia trágica

Giuseppe Lago. En Europa ningún gobierno y muchos de sus habitantes (no pequemos de ingenuidad) querían recibir a los sirios, que tan cómodos estaban en el Líbano y Turquía, un poquito hacinados, sucios y hambrientos, eso sí, pero lejos de la guerra.

Centro de detención en Grecia

Centro de detención en Grecia

Pero un día, doña Ángela Merckel, al son de Carlos Puebla y su «llegó el Comandante y mandó parar», decidió abrir las puertas, que mano de obra no les sobra y los jubilados les crecen como los Volkswagen trucados. Y como la solidaridad es contagiosa (menos en Hungría, donde tienen un antídoto), los que ayer dijeron «4000 son muchos» hoy dicen «15.000 son pocos». Y como tampoco hay que abusar, las fronteras empezaron a abrirse y a cerrarse y a volverse a cerrar, como la muralla de Violeta Parra, no sea que se nos cuele un afgano islamista o un comunista kurdo.
Y no me olvido que hay ayuntamientos y ciudadanos solidarios, y es elogioso que así sea, pero este no es un problema de caridad sino de justicia, de derecho. No es «siente a un sirio en su mesa» sino darles a los refugiados vivienda, ropa, comida, sanidad, educación y ayuda psicológica para los que lo han perdido todo. Y eso no puede hacerlo mi vecina del 5º, por mucha buena voluntad que tenga, sino los gobiernos. A los refugiados hay que darles lo que se les DEBE dar, no un colchón tirado en el suelo de un polideportivo, un jersey agujereado y el osito de peluche que mi hija ya no usa.
Claro que, comparados con Orban, el resto de los líderes europeos parecen la Madre Teresa de Calcuta, Cuando en realidad el primer ministro húngaro es solamente menos hipócrita que el resto. ¿O acaso son felpudos con el lema «WELCOME» las vallas y las concertinas de Ceuta y Melilla?
Todo esto sería una comedia bufa, un gag de Monty Python o de Buster Keaton, si no fuera porque allá afuera, en esta Europa cuna de la civilización y los derechos humanos, en esta Europa culta, rica y poderosa, erran cientos de miles de personas buscando, simplemente, un lugar donde vivir.
Esta comedia no provoca risas sino rabia, impotencia y vergüenza.

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